El Tesoro de Corpus Christi
Cuenca, ciudad de fuentes, flores y memorias, se viste una vez más con los aromas del azúcar y los colores de las tradiciones. En sus veredas adoquinadas y portales patrimoniales, alrededor del majestuoso Parque Calderón, comienza a sentirse la llegada de una de las festividades más esperadas: Corpus Christi, la fiesta más dulce del año.
Esta celebración, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, tiene raíces profundas que se remontan al año de fundación de la ciudad, en 1557. Tiene origen religioso pues conmemora el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en Cuenca el Corpus se ha convertido en una manifestación viva de fe, cultura y sabor. Durante siete días, conocidos como el Septenario, se realizan procesiones solemnes, misas y adoraciones al Santísimo, en medio del fervor popular que canta, ora y celebra.
Pero además de la espiritualidad, hay algo que vuelve inolvidable esta fiesta: los dulces. Las religiosas de antiguos conventos, como las Madres Conceptas, empezaron hace siglos a elaborar confites para compartir con los fieles. Aquellos dulces fueron heredados por familias cuencanas y perfeccionados generación tras generación, convirtiéndose en un legado que perdura y evoluciona.
En estos días, el centro de Cuenca se transforma en un festival de sabores. El ambiente se llena de aromas a miel, especias y frutos secos. Las abejas revolotean, atraídas por la dulzura, y los transeúntes se rinden ante los encantos de la tradición repostera local. Se ofrecen más de sesenta variedades de dulces, entre los que destacan los panes de viento, roscas de yema, quesitos, huevos de faldiquera, galletas anisadas, arepas de maíz, cocadas de horno y de leche, delicados, nogadas, turrones, suspiros, cortados de babaco y guayaba, higos enconfitados, pucañahuis, alfajores, palomas de azúcar, y muchas más delicias.
Cada dulce tiene su historia. Algunas recetas han cambiado con el tiempo. Por ejemplo, la manteca de cerdo ha sido en parte reemplazada por mantequilla. El bicarbonato de amonio, ingrediente tradicional que otorga textura y sabor particular a productos como las galletas anisadas o las roscas cusingas, ha sido sustituido en muchos casos por polvo de hornear. Sin embargo, en las dosis correctas, sigue siendo un aliado de las cocinas tradicionales. Como decía con picardía Doña Nydia Vázquez, experta en cocina morlaca: “El amor no hace, lo que hace el bicarbonato de amonio”.
Otro ingrediente que empieza a desaparecer es el tocte, fruto andino con un sabor único e insustituible, que ha sido reemplazado por nueces o maní debido a la complejidad de su recolección. Pero su esencia continúa presente en dulces como las nogadas, que combinan machica, huevos y miel caliente en una receta de precisión y paciencia.
Y entre las joyas de esta dulcería ancestral están las puca ñauhis, que en kichwa significa “carita rosada”, un guiño a las mejillas de las mujeres cuencanas. Están hechas con harinas, manteca y mucho cariño, y su sola presencia nos conecta con los saberes heredados de abuelas y madres.
Hoy, en medio de los tradicionales kioscos, aparecen nuevas golosinas: gomitas, cuyes de chocolate, caramelos comerciales. Aportan variedad, sí, pero también nos recuerdan la importancia de preservar lo auténtico. Porque el Corpus no es solo una feria, es una expresión de nuestra historia, un espejo de nuestra identidad.
Cada noche, los fuegos artificiales iluminan el cielo cuencano, y los castillos pirotécnicos nos llenan de asombro y alegría. Pero es en los sabores donde habita la verdadera magia: esa que nos transporta al pasado, que nos conecta con nuestras raíces y nos invita a compartir con orgullo lo que somos.
Este año, no dejes pasar la oportunidad. Ven al Corpus Christi. Prueba los dulces de antaño, déjate llevar por sus aromas, y guarda en el corazón este tesoro de nuestra cultura que sigue vivo, gracias al amor, la fe y la memoria de nuestro pueblo.
Katty Pintado
Desde pequeña, mi pasión por la cocina se despertó con los sabores de la torta de cumpleaños de mi mamá, sus deliciosos buñuelos y tamales navideños. Aunque mi carrera inicial se desarrolló en el ámbito bancario y tras el estudio de idiomas en Inglaterra, pero fue el deseo de cocinar para mi familia lo que avivó mi amor por la gastronomía. Me formé como Chef de Cousine en Brunoise y como Cake Designer en Capex, he recibido formación en la Universidad San Francisco de Quito y obtuve mi Licenciatura en la Universidad Hemisferios.
He creado tortas de boda y personalizadas para diversos eventos como la emblemática torta del centenario de la Universidad de Cuenca. Mi habilidad artística, heredada de mi padre, se refleja en mis galletas pintadas a mano y guaguas de pan, apreciadas incluso por la UNESCO. Actualmente, comparto mis recetas en Telerama Ecuador y soy chef de Almacenes Sukasa disfrutando cada momento al calor de la cocina y la satisfacción de ver a mis alumnos recrear mis platos.
1 Comentario
Amalia Loaiza
Una fiesta definitivamente hermosa y llena de historia, excelente artículo.