Un segundo día de tradición, naturaleza y sabores en el PressTrip “Cuenca: Destino Gastronómico”
Después de un primer día lleno de sabores y aprendizajes inolvidables, las expectativas para el segundo día de nuestro PressTrip en Cuenca eran muy altas. El entusiasmo del equipo era palpable: cámaras listas, micrófonos en mano y corazones abiertos para descubrir más de lo que esta encantadora región tenía para ofrecer. Este nuevo capítulo prometía ser una aventura aún más enriquecedora.
El itinerario del día estaba diseñado para adentrarnos en lo mejor de la naturaleza, la historia y la gastronomía. Desde los paisajes del páramo hasta los sabores auténticos de la Sierra, cada momento nos ofrecía una perspectiva privilegiada de la riqueza cultural y culinaria de Cuenca. Con energía renovada y ansias de explorar, nos preparamos para vivir un día lleno de sorpresas, momentos gloriosos y recuerdos imborrables.
Este recorrido no habría sido posible sin el apoyo y la visión de la Fundación Municipal Turismo para Cuenca y de su directora, Lorena Guillén, quienes hicieron posible esta experiencia única. Su compromiso con posicionar a Cuenca como un destino gastronómico de primer nivel quedó evidenciado en cada detalle del PressTrip. Gracias a ellos, pudimos explorar la magia de esta región como nunca antes.
Una mañana llena de gratitud y sabores andinos
La jornada comenzó en la parroquia rural de San Joaquín, con una visita a la Finca Orgánica “El Labriego Alegre”, un espacio dedicado a la sostenibilidad, la agricultura y al encanto de los productos frescos y del trabajo de la tierra. Allí, Gregorio Villacís, su visionario administrador, nos recibió con una personalidad chispeante, amable y hospitalaria, haciéndonos sentir como en casa desde el primer momento. Con orgullo, nos mostró los huertos repletos de hortalizas, legumbres, tubérculos, hierbas y más, explicándonos que el propósito de ese espacio es alimentar a la comunidad, dinamizar la economía local y promover una vida en armonía con la naturaleza.
Durante el recorrido, Gregorio compartió con nosotros su profunda conexión con la tierra, expresada en una frase cargada de significado: “La chacra, para nosotros, es el universo.” Estas palabras reflejan cómo este espacio trasciende lo agrícola para convertirse en el eje de su forma de vida, donde la tierra, el trabajo y la comunidad están en un equilibrio que nutre tanto al cuerpo como al espíritu.
Mientras caminábamos por los huertos, conocimos de cerca cómo se cultivan y mantienen los terrenos de siembra, un trabajo en el que hombres y mujeres participan hombro a hombro, utilizando métodos tradicionales transmitidos de generación en generación. También tuvimos la oportunidad de observar la cría de cuyes, un recurso vital en la región, y aprendimos sobre el proceso de arado manual, una tarea que, aunque parece sencilla en manos expertas, sorprendió a los voluntarios por su dificultad. Este trabajo, que requiere fuerza, técnica y experiencia, destaca profundamente la habilidad de los agricultores de la finca.
Antes del desayuno, fuimos invitados a participar en una ceremonia al sol guiada por el taita Manuel, un hombre profundamente respetado en la comunidad por su sabiduría y conexión con la Pachamama. Su presencia, serena pero poderosa, llenó el momento de un aura especial. Con palabras pausadas y una sonrisa amable, nos explicó la importancia de agradecer a la tierra por los alimentos que nos da, recordándonos el equilibrio que existe entre los seres humanos y la naturaleza.
Durante la ceremonia, el taita Manuel nos deleitó tocando el acordeón, interpretando una conmovedora versión de “El Cóndor Pasa”. La melodía, cargada de simbolismo y emoción, resonó entre los campos, creando un ambiente mágico y reconfortante. Este acto enriqueció nuestra conexión con el lugar y nos permitió vislumbrar la profunda espiritualidad y tradición que él encarna, haciéndonos sentir parte de algo mucho más grande.
La combinación de su carisma, su humildad y su profundo conocimiento de las tradiciones andinas hizo de este momento un privilegio inolvidable para todos los presentes.
El desayuno, preparado con esmero bajo la dirección del joven chef César Villacis, fue una verdadera propuesta a la tradición y a la creatividad culinaria. César, quien recientemente había obtenido su título de chef, reflejaba un profundo amor por sus raíces y tradiciones. Al inicio, mostró algo de timidez, pero pronto nos explicó con detalle la preparación de los timbulos, dejando ver la pasión y dedicación que lo caracterizan. “Los timbulos son el alma de nuestra cocina, un reflejo de quiénes somos y de dónde venimos,” expresó.
Los timbulos por lo general son preparados con harina de maíz blanco o amarillo, panela, queso, mantequilla y canela, envueltos cuidadosamente en hojas de maíz. Su masa, similar a la de un tamal pero con un sabor dulce característico, nos conectó con un legado culinario del Azuay que se remontaba a varias décadas atrás. Según César, esta receta no era una creación reciente, sino parte de una tradición que había investigado para rescatar y preservar. “Es un alimento que conecta generaciones” nos explicó.
Aprendimos que, en tiempos pasados, los timbulos eran llevados como fiambre durante largos viajes a pie o a lomo de mula, gracias a su capacidad de conservarse por varios días, lo que los convertía en un alimento práctico y nutritivo para los viajeros. Con esta historia en mente, la expectativa por degustar las tres versiones de timbulos crecía entre nosotros, cada uno con un nombre y características que resaltan su esencia y su conexión con la tradición.
Comenzamos con el más novedoso: el timbulo esperanza, una reinterpretación salada creada por César en homenaje al sector Esperanza, ubicado en la vía Ludo. Este timbulo combina entre sus ingredientes lomo de cerdo marinado en hierbas andinas y pepas de zambo, probarlo fue una experiencia que sorprendió nuestros paladares con su intensidad y sabor.
Luego, pasamos al timbulo tradicional, el clásico dulce elaborado con harina de maíz, queso fresco, mantequilla y panela, enriquecido con especias como canela y anís estrella. Finalmente, cerramos la experiencia con el timbulo viajero, una propuesta transformada en un postre helado que reinventa la tradición. Preparado con crema de leche, queso fresco y panela rallada, decorado con nueces, almendras y un delicado sirope de mora.
Las tres propuestas resaltaban la increíble versatilidad del timbulo, llevándolo desde su uso original como alimento práctico para viajeros hasta reinterpretaciones que lo llevaban a la alta gastronomía. Esta degustación nos permitió disfrutar y conectarnos con la historia y creatividad cultural.
Todo fue acompañado por una bebida tipo infusión de hierbas aromáticas de los montes orgánicos de la finca y una salsa criolla ligeramente picante, que realzó tanto la opción dulce como la salada.
La dedicación de toda la familia que sostiene la finca, comprometida con preservar las tradiciones locales, transformó este desayuno en algo mucho más significativo, fue una experiencia que unió sabores, historia y un profundo respeto por las raíces andinas. Entre los timbulos, la música y la conexión con la tierra, este momento se convirtió en el inicio perfecto para nuestro segundo día.
Disfrutando la magia del frío en el Parque Nacional El Cajas
El traslado desde la finca hasta el Parque Nacional El Cajas fue el comienzo de una nueva aventura. Durante el trayecto, nuestro guía turístico, quien nos acompañó a lo largo de este segundo día, nos compartió historias fascinantes sobre el parque y nos adelantó detalles de lo que íbamos a experimentar, alimentando nuestra curiosidad y entusiasmo.
Mientras avanzábamos, hicimos un repaso de lo vivido el día anterior: desde los sabores auténticos de la región hasta las conexiones profundas que habíamos experimentado con la naturaleza y las tradiciones locales. Recordamos la ceremonia al sol en la finca, que nos permitió agradecer a la Pachamama por los alimentos de la tierra, y el delicioso desayuno con timbulos. Estos momentos ya habían dejado una huella imborrable en nosotros, y el guía los enlazó con lo que estaba por venir, insinuando que El Cajas nos ofrecería algo aún más especial.
El recorrido comenzó en La Toreadora, una de las lagunas más simbólicas del parque. Allí, fuimos recibidos por Carlos Bacacela – Coordinador de Cuenca Destino Gastronómico, quien nos ofreció una cálida bienvenida junto con una infusión de hierbas andinas, ideal para combatir el frío del páramo.
Acompañados por guías expertos, visitamos el Centro de Interpretación Ambiental ubicado en el parque. Durante el recorrido, aprendimos sobre la biodiversidad única de El Cajas, que alberga especies como el cóndor andino, el venado de cola blanca y diversas ranas endémicas.
El recorrido continuó por los senderos que rodean las lagunas, donde pudimos admirar de cerca la flora del páramo, como el romerillo, la chuquiragua y los pajonales. Mientras caminábamos, el aire frío y fresco nos recordaba la pureza de este entorno.
Nuestros guías nos relataron leyendas asociadas al parque, que han sido transmitidas de generación en generación por las comunidades indígenas. Estas historias añadieron un toque mágico al paisaje, haciéndonos sentir parte de algo mucho más grande y antiguo.
También descubrimos la historia detrás de sus más de 200 lagunas. Los guías nos explicaron cómo estas cuencas fueron formadas hace miles de años por la acción de glaciares, dejando un paisaje espectacular que combina espejos de agua cristalina con imponentes montañas. La explicación nos permitió entender la importancia de este ecosistema, no solo para la región, sino también como fuente de agua para las comunidades cercanas.
Un festín de tradición y sabor en La Casa Vieja Restaurante
Después de explorar la inmensidad del Parque Nacional El Cajas, nos dirigimos rumbo al restaurante “La Casa Vieja”, ubicada tan solo 100 metros antes del retén de El Cajas. Este espacio, con más de 60 años de tradición, fue construido ladrillo a ladrillo, utilizando materiales que, en sus inicios, eran transportados desde Cuenca a lomo de caballo. En sus primeros años, “La Casa Vieja” funcionaba como albergue para viajeros que transitaban entre Cuenca, Naranjal y Guayaquil, así como para los arrieros que regresaban con su carga o las personas que se dirigían a Molleturo, Taqui-Culebra y otros destinos. Aquí se ofrecía comida y bebida a todos, sin distinción de estatus social. Hoy en día, “La Casa Vieja” sigue siendo un lugar que preserva el calor de hogar en medio de los majestuosos Andes.
El trayecto nos permitió reflexionar sobre la conexión entre la naturaleza y las tradiciones locales que habíamos experimentado hasta ese momento. Al llegar a “La Casa Vieja”, la transición entre los paisajes vastos de El Cajas y la calidez de este rincón familiar fue inmediata, como entrar en un refugio acogedor que nos invitaba a disfrutar de una nueva faceta de la cultura andina.
Al llegar, Doña Gloria Guevara, madre del chef Renato Córdoba Guevara, nos recibió con estas palabras “bienvenidos al corazón de las montañas, un lugar que siempre ha sido hogar para todos.”
La calidez de su recibimiento se reflejó en cada detalle. Desde el primer momento, Doña Gloria y su hijo Renato nos hicieron sentir como parte de su familia. Entre abrazos y sonrisas, nos ofrecieron una bebida de la casa que reconfortó nuestros cuerpos tras el frío del viaje.
Todo el lugar tenía un aire fantástico, con una chimenea encendida que llenaba de calidez cada rincón. Fotos familiares como la del Sr. Luis Córdoba Apolo, esposo de la Sra. Guevara, objetos antiguos y cuadros descifraba parte esencial de la historia del lugar. Cada detalle nos envolvía mientras recorríamos la casa, un lugar donde las tradiciones familiares y culturales han sido preservadas con dedicación y amor.
Llegó la hora del almuerzo y la mesa en “La Casa Vieja” se convirtió en un festín lleno de platos que invitaban a compartir y disfrutar como en casa. Todo estaba dispuesto al centro, ofreciendo una variedad de elaboraciones que llenaron el ambiente de colores y aromas irresistibles. La trucha de El Cajas, preparada en diversas versiones como al ajillo, fritada, a la plancha, con champiñones y con hierbas frescas, fue la estrella del menú. Entre las guarniciones destacó el choclo frito con queso, una creación del chef Renato, que sorprendió a todos con su textura crujiente y sabor. Las ensaladas frescas y otros acompañamientos completaban la experiencia, permitiéndonos disfrutar de un banquete que destacaba las raíces andinas. Cada uno se servía lo que más le apetecía, saboreando cada bocado y reconociendo el ingenio y dedicación detrás de cada plato. Fue un momento para deleitarnos, compartir risas y sentirnos parte de un cálido hogar andino.
Durante nuestra visita, nos compartieron con orgullo que recientemente habían recibido el Sello de Cuenca Capital Culinaria en la categoría de Identidad Cultural. Este reconocimiento destaca su compromiso con la preservación de las tradiciones culinarias y culturales, reafirmando el valor de este espacio como un ícono de la región.
Visita a la Cava San Miguel
Nuestra visita a la Cava San Miguel, ubicada en la Panamericana Sur, Km 1, Villancicos y Beethoven, fue un fascinante recorrido por la historia de una de las marcas más importantes del Ecuador. Este espacio nos ofreció la oportunidad de degustar rones de calidad y también conocer el legado de la primera industria licorera del país, fundada en 1952.
Al llegar, fuimos recibidos con una calorosa bienvenida por Viviana García, coordinadora de la cava, quien nos introdujo con pasión y detalle a la historia de Ron San Miguel. Con entusiasmo, Viviana nos explicó cómo este ron ha logrado posicionarse como un símbolo de calidad ecuatoriana, destacándose en competiciones internacionales y obteniendo reconocimientos como medallas de Oro, Plata y Bronce en eventos como el London International Spirits Challenge y el New York International Spirits Competition.
La cava, con su diseño elegante y acogedor, nos invitó a recorrer sus instalaciones. Durante el camino, aprendimos sobre el proceso de añejamiento en barricas de roble, donde el tiempo y la temperatura juegan un papel crucial en la creación de los sabores únicos de cada ron. Esta experiencia se enriqueció con historias sobre el trabajo artesanal que ha definido a Ron San Miguel desde su origen.
También descubrimos parte del antiguo trapiche de la Hacienda Uzhupud, utilizado entre 1948 y 1980, que extraía el jugo de la caña mediante presión. Este equipo es un símbolo del legado y la tradición que aún se preservan en la cava. Además, nos mostraron el escudo de San Miguel, grabado con la frase “Da Robvr Fer Avxilivm” (“Da fuerza y presta auxilio”), un lema que evoca el espíritu protector del arcángel San Miguel, figura representativa de la marca.
El momento más esperado fue la cata de rones, donde tuvimos el privilegio de degustar tres de las joyas de la casa:
Solera: Un ron suave y complejo, con notas de caramelo y madera.
Pedro Jiménez: Dulce y aromático, elaborado con uvas pasas.
Oloroso: Robusto y seco, ideal para quienes buscan un ron con carácter definido.
Cada copa venía acompañada de una explicación detallada que nos permitió apreciar los matices y complejidades de cada ron. La experiencia no solo fue sensorial, sino también educativa, revelando el arte y la dedicación detrás de cada botella.
Antes de concluir la visita, exploramos la tienda de la cava, donde se comercializan todos los tipos de licores. Ron San Miguel es un orgullo nacional que continúa llevando el nombre de Ecuador al mundo.
Una velada inolvidable en La María
Para concluir nuestro día lleno de exploraciones y descubrimientos, nos dirigimos al Restaurante La María, ubicado en la Benigno Malo 5-16 y Calle Larga, un espacio cálido y sofisticado, este lugar, reconocido recientemente con el Sello de Cuenca Capital Gastronómica en la categoría de Innovación con Identidad Cultural, nos prometió una experiencia única, y sin duda, cumplió con creces nuestras expectativas.
Es imposible no apreciar la cuidada decoración del restaurante, diseñada para crear un ambiente relajante después de un día lleno de actividades. Desde el primer instante, se percibía la pasión y el compromiso de todo el equipo, que nos recibió con entusiasmo. Al centro de esta experiencia, Verónica Herrera, chef y una de las propietarias, nos dio la bienvenida y compartió detalles importantes sobre el menú que estábamos a punto de disfrutar.
La cena comenzó con dos opciones principales, la primera fue la panceta de cerdo con cuerito reventado, un plato que conquistó nuestros paladares con su perfecta combinación de texturas. El crust crujiente del cuerito complementaba maravillosamente la jugosidad y el sabor intenso de la carne, creando un plato exquisito.
Para quienes preferían una opción vegetariana, se ofreció ñoquis de yuca amazónica con curry verde. Esta creación destacó por la suavidad de los ñoquis y la intensidad aromática del curry, preparado con hierbas frescas como culantro y albahaca, que realzaron cada bocado. Ambas opciones destacaron la riqueza de los ingredientes locales, presentados con un enfoque moderno y creativo.
Con la cena en La María, cerramos un PressTrip lleno de exploraciones, sabores y descubrimientos de la riqueza cultural y gastronómica de Cuenca. Este último día consolidó todo lo aprendido y vivido
Con recuerdos imborrables, sabores inolvidables y una profunda admiración por la cultura y la hospitalidad de Cuenca, terminamos este viaje con el corazón lleno de gratitud. Cada lugar que visitamos, cada plato que probamos y cada persona que conocimos nos mostró la esencia de una ciudad que resalta por su identidad.
Javier Ortiz
Soy ingeniero en telecomunicaciones y diseñador gráfico con más de 25 años de experiencia en el ámbito editorial y de desarrollo web. Mi formación abarca estudios en gastronomía, artes plásticas, Física y Tecnología de redes CISCO, lo que me ha permitido desarrollar una visión integral y multidisciplinaria en todos mis proyectos.
A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de desempeñarme en roles de Gerencia de Marketing y coordinación de publicaciones tanto en el ámbito académico como en el comercial. Mi pasión por la gastronomía y el turismo de Ecuador me ha llevado a coordinar múltiples proyectos digitales para su promoción, buscando siempre resaltar las maravillas culinarias y turísticas de nuestro país.
Además de mi trabajo editorial, soy un entusiasta de la tecnología blockchain y web3, áreas en las que continuamente me actualizo y busco integrar en mis proyectos. Como artista plástico, encuentro en el arte una forma de expresar mi creatividad y aportar una perspectiva única a cada uno de mis trabajos.
Actualmente, soy el director propietario de la agencia de publicidad digital Javier Ortiz Soluciones Digitales, donde lidero un equipo comprometido con la innovación y la excelencia en cada proyecto. En Buen Gusto Magazine, aplico toda mi experiencia y conocimientos para ofrecer contenido de alta calidad que refleje la riqueza gastronómica y cultural de Cuenca y Azuay.